sábado, 27 de septiembre de 2008

wikullo

Un domingo, muy temprano por la mañana, fuimos a escondernos al cerro Wikullo para comprobar con nuestros propios ojos; la increíble historia contada por Lito ayer en la la fogata. Estuvimos casi dos horas en la espera por verlo, pero no fue en vano. Pasò justo por nuestro lado aquel viejecillo mitad hombre, mitad alma: tenìa los ojos joviales en medio de esa piel amarillenta y arrugada, era pequeño, de un metro y poco, tenìa el cabello totalmente blanco , vestìa como cualquier anciano del pueblo: Camisa blanca pantalòn azul y sombrero marròn , la barba de largos dìas completaban en èl un aspectode misticidad . Se desplazaba, y esto era lo que no creìamos hasta verlo, levitando a pocos centímetros del suelo y a velocidades sorprendentes para lo que le salìan unas pequeñas alas rojas que le remolinaban al final de la basta del pantalòn aunque para estarse en tierra le salìan unas enormes patas de cabra adaptadas al terreno. Tenìamos que acercarnos sin miedo nos dijo Lito, que no iba a pasar nada( aùn tengo su media sonrisa grabada en la memoria) y como para ello habìamos ido pues fue justamente lo que hicimos.

-Señor buen dìa, dijimos Rubèn y yo a la vez. El anciano, aunque sorprendido al inicio, no tardò en cambiar ese semblante pensativo por una sonrisa franca, que nos transmitiò tranquilidad.

-Buenos dìas jóvenes, ustedes parecen ser amigos de lito, nos dice miràndonos a los ojos.
-Sì señor, èl mismo nos enviò, nos contò que usted tiene la habilidad de poder hablar con los muertos, que levita por que murio a medias, quiero decir, que volviò de la muerte y que por ello tiene algunas habilidades conocidas en los que logran volver de allà y hemos venido desde muy lejos a pedirle un gran favor; favor que no llegamos a pedirle porque el anciano interrumpiò:

-Pues sì y no, dice el anciano miràndolos incrèdulo, y a ver si con esta pequeña confesiòn les ayudo: Yo cambiarìa todas estas habilidades por la màs mundana; ya que es terrible estar vivo y solo poder hablar con los muertos.



Escrito y publicado por Enrique Mosqueira.

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la libertad de los dedos

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